domingo, 11 de enero de 2015

Sueños

Poco a poco despierto, uno a uno mis sentidos van poniéndose en marcha. No hay ruidos que me molesten, el aire que respiro es limpio y fresco, noto el tejido suave de la ropa en mi cuerpo y cierto sabor a sangre en la boca, abro los ojos y el blanco intenso va transformándose en azul claro.
La temperatura es perfecta para mi, me siento animado y con ganas de hacer cosas y vivir la vida. Me siento feliz.
Pero lo que creo el techo de mi habitación es en realidad el cielo, me incorporo y veo que me encuentro encima de una doble línea continua en la calle, me asusto por si estoy a punto de ser atropellado, pero no hay nadie, no hay gente no hay conductores estresados que pitan a otros conductores también estresados. Estoy completamente solo en medio de la calle. No oigo el cantar de los pájaros.
Camino por la avenida mirando a todas partes, intento gritar en busca de alguien pero las palabras no llegan a mi boca, no hay tiendas ni accesos a los edificios, todo me resulta familiar y a la vez extraño por que realmente no sé dónde estoy.
Reflexiono un momento intentando recordar qué fue lo último que hice anoche y sólo sé que me fui con Noelia a dormir...
Continuo calle abajo sin dejar la línea continua y a lo lejos veo una plaza, no sé por qué llama mi atención, lo veo borroso y aún así me encamino hacia ella, me acerco pero la imagen no se aclara, veo todo lo que hay a mi alrededor nítidamente menos esa plaza y me intriga saber por qué.
Me acerco al lugar y un fortísimo dolor de estómago me invade, repentino, raudo e implacable, me hace caer de rodillas al suelo mientras mis antebrazos se pegan a el, ese dolor aumenta sin parar, tiemblo y un sudor frío me recorre el cuerpo, noto como los huesos rozan el músculo, el dolor aumenta como si alguien hiciera girar una rueda de intensidad, consigo abrir los ojos y veo que el suelo se empieza a resquebrajar, todo tiembla y el asfalto se empieza a abrir, el infinito dolor deja paso al terror, la tierra me va a tragar y no puedo evitarlo, quiero moverme pero no puedo y soy tragado por la tierra. Caigo en la infinita oscuridad.
Poco a poco despierto, uno a uno mis sentidos van poniéndose en marcha. No hay ruidos que me molesten, el aire que respiro es limpio y fresco, noto el tejido suave de la ropa en mi cuerpo y cierto sabor a sangre en la boca, abro los ojos y el blanco intenso va transformándose en azul claro. Estoy en el mismo sitio en medio de la calle, en paz y con calma, sin tiendas ni ruidos ni coches y vuelvo a ver aquella plaza borrosa que me llama, siento su extraña melodía en mi interior y no puedo resistirme a ir de nuevo. Esta vez decido ir corriendo, antes de que llegue el dolor debo estar allí, antes de que se vuelva a abrir el asfalto y me engulla debo llegar, empiezo a notar que las fuerzas me fallan y el cansancio avisa de su llegada, no sé cuanto habré recorrido ya, pero parece que no me he acercado mucho, al menos no veo nada borroso y distingo una enorme columna, en lo alto de esta hay una figura de un ángel apuntando al cielo, su belleza negra contrasta con el blanco puro de la pieza que lo sustenta.
Algo me pasa de nuevo, mi respiración se agita violentamente y caigo al suelo inerte, lo último que siento con todo detalle es como mi cabeza impacta contra el suelo.
Despierto otra vez y no sé en qué clase de lío vuelvo a estar, cuando me recupero descubro que estoy sentado en un cómodo sillón de cuero, llevo calzones y guantes de boxeador, tengo el cuerpo paralizado y sólo puedo mover la cabeza. A mi izquierda veo un hombre que lleva esmoquin, no puedo verle la cara ni cuando enciende un cigarrillo, está al lado de una radio antigua, tal vez de los años cuarenta por su estilo art-decó, en hombre no me dice nada cuando le miro y en la radio suena "I don´t want to set the world on fire". Frente a mi una puerta blanca se alza y abre hacia adentro dejando ver la oscuridad más absoluta, de ella sale un boxeador de raza negra, debe medir como dos metros de alto y posee la mayor musculatura que he visto en mi vida, su sonrisa muestra una maldad que confirma con una sonora carcajada. Carga contra mi con un puñetazo zurdo de tal violencia que me arranca del sillón y me hace caer por la ventana.
Al caer pude ver como el boxeador seguía riéndose, pero al ponerme en pie para huir me vi arrastrado por una marabunta de gente, iban todos con abrigos grises y un brazalete rojo con el puño en alto y gritando enfurecidos, al frente de ellos el ejercito chino los detenía a golpe de fusil, algunos disparos al aire y otros no tan alto, antes de poder darme cuenta de lo que pasaba una mujer se agarró a mi llorando, no entendía qué me decía pero de pronto señaló aquella plaza misteriosa, me introduje en la marea de gente pero nadie salvo la mujer parecía reparar en mi, todos me evitaban de forma natural, avancé a través de la línea de soldados chinos sin que se dieran cuenta, en aquel momento me sentía como un fantasma, me acerqué a uno de ellos y me evitó sin mirarme.
Cuando quise darme cuenta ya estaba en aquella plaza, un lugar amplio y ajardinado, perfectamente cuidado, en el centro se encontraba la columna que sostenía aquel ángel oscuro y la tranquilidad hizo acto de presencia. Me volví y pude comprobar estupefacto la guerra que se libraba fuera de lo que parecía una cúpula que protegía aquella plaza. Un potente sonido hizo que me arrodillara de miedo y pude ver ojiplatico cómo un buque de guerra arrasaba con todo por donde pasaba, edificios tanques y personas. El barco paró frente a la cúpula y los llantos cesaron, los cañones apuntaban hacia mi, abrieron fuego y no ocurrió nada, ninguna estructura pareció dañada, no hubo ruido de destrucción ni de nada que se colapsara, pero yo me desintegraba, me convertía en arena llevada por el viento lejos de aquella plaza, de aquel refugio, por fin encontré la verdadera y por fin logré despertar

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